Etimológicamente, metacognición es un neologismo compuesto por los vocablos “cognición”, del latín cognitĭocognitiōnis, que se traduce como ‘conocimiento’, y el elemento compositivo “meta-“, que proviene del griego μετα- (meta-), que significa ‘acerca de’.

Por tanto, cuando hablamos de Metacognición estamos hablando de capacidad de pensar en pensamientos, de conocer lo que pensamos, lo cual es una de las principales capacidades del ser humano.

Así que, lo que vamos a ver hoy en este post es en qué consiste exactamente la metacognición y cómo influye en nuestras vidas.

El concepto de metacognición se usa normalmente en el ámbito de la psicología y las ciencias de la conducta y de la cognición, para hacer referencia, como decíamos, a la capacidad, posiblemente solo encontrada en los humanos, de atribuir pensamiento propio, ideas y juicios a las otras personas y a uno mismo. Estamos hablando de pensar en el propio pensamiento y aprender a regularlo.

Al igual que en la imagen del jarrón de Rubin, la foto del post, en la que se pueden ver dos caras o un jarrón pero no las dos cosas a la vez, nuestro conocimiento del mundo interviene para interpretar la información y darle un significado. 

La capacidad de la metacognición aparece a partir de los 4 años de edad cuando se han desarrollado las capacidades cognitivas básicas y se va desarrollando y perfeccionando durante toda la vida.

Cuando una persona desarrolla la metacognición, está capacitada para entender su mente y la de los demás y en el otro extremo cuando la metacognición no es desarrollada pueden aparecer patologías como el autismo.

Es como si dijéramos, poder predecir el comportamiento, nuestro cerebro tiene la capacidad de predecir gracias a la metacognición, hecho que nos ayuda a reducir la incertidumbre de lo que puede llegar a pasar en diferentes situaciones y contextos.

Por lo que, gracias a ella puedes evaluar las consecuencias de una determinada conducta tanto propia como de los demás.

Puede que se conozca más la metacognición como la Teroría de la mente.  Si la definimos de manera general, la Teoría de la Mente es la capacidad de tener consciencia de las diferencias que existen entre el punto de vista de uno mismo y el de los demás.

Una persona que ha desarrollado Teoría de la Mente es capaz de atribuir ideas, deseos y creencias al resto de agentes con los que interactúa. Y todo esto de manera automática, casi inconsciente, en piloto automático del que hemos hablado ya en varias ocasiones.

Cuando está desarrollada la teoría de la mente, podemos predecir cada vez con mayor exactitud el comportamiento de los demás. Tiene muchos sus usos positivos, cuando sabes entrar en la mente de los demás también puedes saber cómo hacerle daño. Es cierto que la lectura de la mente puede separarnos, pero también es una cualidad esencial para llevarnos bien con los demás.

Por ejemplo, a la hora de elegir un regalo para alguien te centras en lo que a esa persona le gusta, aunque a ti no te atraiga ese regalo en absoluto.

Y es que, utilizamos esta facultad a diario y sin darnos cuenta, pero gracias a esta habilidad para comprender la mente de los demás se construye la sociedad humana.

Aunque parezca algo simple, para desarrollar la teoría de la mente necesitamos comprender conceptos muy complejos. Implica que reconocemos que existe una sola realidad, pero que no todos tienen la misma representación de esta. Somos conscientes de que cada uno interpreta esa misma realidad de manera diferente, esto es así en función de las creencias y experiencias que tiene cada persona.

Además, estimula la comprensión de conceptos como la subjetividad, la objetividad, los hechos y los valores.

Cómo se puede desarrollar la teoría de la mente, la metacognición

¿Te has parado a pensar ¿cómo sería tu mundo si no fueses capaz de intuir o imaginar las intenciones y pensamientos de los demás? ¿Qué pasaría si no fueses capaz de suponer, o imaginar lo que otros están pensando?

Pues bien, hay muchos test para hacer con los niños y detectar si tienen desarrollada la metacognición pero en adultos se ha demostrado que el mindfulness ayuda a desarrollar la metacognición, esa capacidad de darnos cuenta del funcionamiento de nuestros procesos mentales: Lo que yo pienso sobre mi proceso de pensamiento. Aquí no se trata de cambiar el pensamiento por otro más saludable que esté bien, que sería más el trabajo de la terapia cognitiva, sino de hacernos conscientes de cómo funcionan nuestros procesos mentales, y darnos cuenta de “cómo somos y cómo funcionamos desde el proceso cognitivo”.

En la meditación mindfulness, en cada “distracción” también puede haber un darse cuenta… y poco a poco surgen en forma de pensamientos, emociones y sensaciones, lo que somos en realidad (no lo que creemos que somos) y así vamos siendo cada vez más conscientes todos nuestros patrones y procesos mentales.

La metacognición también es fundamentalmente la responsable del darnos cuenta de que no somos nuestros pensamientos, sino de que somos el observador de esos pensamientos y de que esos pensamientos no son la realidad. Nos ayuda a no identificarnos con nuestros pensamientos ni emociones. Por lo tanto, para poder atender a nuestros propios pensamientos los seres humanos hemos desarrollado una capacidad mental, conocida como conciencia metacognitiva y con el mindfuness se potencia mucho más.

 Cuanto más desarrollada tienes la capacidad metacognitiva más fácil te resulta detectar aquellos pensamientos que podríamos calificar de indeseables y, una vez que somos conscientes de ellos, podemos elegir una respuesta más adecuada, más adaptativa y útil para nosotros.

La habilidad metacognitiva ya era conocida por la psicología académica antes de que surgieran los programas de Mindfulness y se usa en tratamientos terapéuticos convencionales por ejemplo, para trabajar los procesos mentales de preocupación excesiva.

Preocupación y Mindfulness

Cuando te preocupas, lo que sucede es que estás haciendo un juicio de valor acerca de la experiencia. Te estás anticipando y prestando excesiva atención a las consecuencias negativas que podrían ocurrir sobre algún acontecimiento o hecho. Normalmente esto lo hacemos sin tener en cuenta otros factores más positivos o neutros.

Pues bien, lo que se ha demostrado es que, desde los ejercicios de mindfulness, con sus diferentes tipos de prácticas meditativas, se entrena el soltar estos pensamientos sin tratar de hacer juicio alguno, trabajando esa actitud fundamental del mindfulness del no juicio, y así evitar los círculos viciosos de pensamientos negativos que nos arrastran.

Y no sólo esto…sino que al desarrollar esta capacidad metacognitiva también se consigue manejar mejor el estrés, la ansiedad, la depresión consiguiendo también utilizar la imaginación de manera realista de tal forma que gestionamos mejor nuestras motivaciones y expectativas y desarrollamos autoconfianza, en definitiva, se regulan mejor los estados internos.

Nos gustaría acabar este post con esta frase de Epicteto

 “Te conviertes en eso a lo que prestas atención. Si no eliges tus pensamientos otros lo harán por ti”

 

 

 

 

 

 

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